Artículo escrito por Julio Alvira Banzo, y publicado en el Diario del AltoAragón el 10 de agosto de 2002.
Cuando un asentamiento deja de tener utilidad para las personas, comienza una lenta agonía que, probablemente, acabará con la desaparición material de calles y edificios. La naturaleza recuperará su espacio, diseñará de nuevo el paisaje que tuvo antaño y el silencio del olvido reinará sobre el paraje en cuestión. Es una historia con numerosos ejemplos en esta tierra. Tal vez, un investigador encuentre restos, elabore una teoría y la confirme con trabajos posteriores.
Maestra con niñas en Tormos. 9 mayo 1922. (Publicada en "Un viaje de Ramón J. Sender a los Riegos del Alto Aragón") |
No es muy habitual que un pueblo desaparezca y aparezca en épocas distantes, pero con el nexo común del agua como argamasa que cohesiona las historias (sic). Es el caso de Tormos, poblado que conoció su más reciente esplendor en el siglo XX con la construcción de la presa de La Sotonera, pero que tiene sus raíces ancladas en tiempos prehistóricos y medievales. Todo ello en un entorno en el que "los suelos son yesosos" y "la sequedad y los fuertes vientos que la baten determinan un elevado índice de aridez. Desde antiguo estas tierras se dedicaron al pasto, además de cultivar cereales y vid" (Latorre Ciria).
Según Manuel Benito, Tormos vendría del latín tumulus, que significaría peñasco elevado, altura. Del embalse de La Sotonera emerge junto a la presa un solitario islote que albergó hasta no hace muchas décadas el castillo de Tormos, propiedad de los Gurrea, destacado linaje aragonés, edificio que dominaba una extensa llanura a su alrededor, destinada tradicionalmente a pasto, pero con centenario uso agrícola. Este último carácter de isla, permitió que el postrer uso del castillo fuera el de polvorín durante las obras de la presa. Luego, fue derruido.
POBLADO IBERO-ROMANO Y MEDIEVAL
Pero la historia comienza mucho antes. Como "importante yacimiento ibero-romano" califica Tormos el investigador Adolfo Castán. Este mismo autor indica que ese poblado está "semidestruido ya que sus bancales de arenisca fueron cantera para la construcción del embalse de Tormos". A su juicio, el asentamiento seguía el modelo de los existentes en Bolea y Puibolea.
La primera aparición documentada de Tormos en la Edad Media se produce en el año 1091. El rey Sancho Ramírez da a Fortuño y Sancho Aznárez "illa torre de Tormos" (Lacarra). Este lugar figura como referencia, "que est in rivo de Soton inter Montmesa et Tormos" (Ubieto), al situar Albored en un documento de Pedro I, fechado en el año 1100. Es la torre que actualmente se levanta, desafiando el paso del tiempo, conocida como La Atalaya, en un cerro cercano al citado embalse. Le falta uno de sus lienzos y para Guitart Aparicio, "su interés se acrecienta pues es la única que queda del tiempo de la repoblación por Sancho Ramírez en las tierras situadas al este del Gállego hasta la ciudad de Huesca".
Del Tormos del siglo XIII hay un testimonio de interés en el Archivo de la Catedral de Huesca, publicado por Montaner y Laplana. Se trata del documento que supone la recepción de la cosecha de 1238 por parte de la Catedral de Huesca. Los cultivos principales eran trigo, avena y ordio, aunque también había menciones a viñas. En cuanto a la ganadería, se mencionaban lanar y porcino. Para los trabajos del campo, se hablaba de mulos y bueyes. Sobre oficios, había alusiones al herrero, cosechador, porquerizo y alfarero. Una parte de la cosecha se destinó a la compra de madera para arados.
Cooperativa de La Sotonera. 8 julio 1917. (Publicada en "Un viaje de Ramón J. Sender a los Riegos del Alto Aragón") |
El lugar "debió despoblarse como consecuencia de las luchas sangrientas entre los Gurreas y los Urríes de Ayerbe motivadas por las seculares cuestiones de los riegos". No obstante, en el siglo XVII había en este lugar "una casa" y "muchos pobladores" (Guitart).
En 1739 había castillo e iglesia, "que fue de Templarios como publican varios escudos de armas de esta región militar". El templo contenía una imagen de Nuestra Señora de las Nieves, "de singular belleza" (Faci). Acudían en romería gentes de Alcalá de Gurrea y otros lugares de ese entorno para pedir agua. La tradición contaba que la piedra de su campanario protegía de la piedra. Faci afirma que Tormos fue "pueblo muy crecido".
A finales del siglo XVIII seguía un "buen palacio" y ruinas de edificios que hablaban de un poblamiento anterior ya desaparecido. En ese momento, 1792, pacían en invierno 2000 cabezas de ganado lanar y cabrío en "su espacioso monte". Se abastecían de agua de una alberca de "una legua de circunferencia", que recogía aguas del río Sotón, "que dan riego a una buena porción de terreno y cría buenas anguilas y tencas" (Blecua). Pertenecía a la Baronía de Gurrea.
EPÍLOGO HIDRÁULICO
Comenzado el siglo XX, tras la aprobación de la Ley de Riegos del Alto Aragón de 7 de enero de 1915, la construcción del embalse de La Sotonera supuso la creación de un pueblo con todos los servicios junto al asentamiento tradicional de Tormos, del que tomó el nombre.
Se construyeron viviendas, escuela, iglesia, talleres, almacenes, panadería, carnicería y todas las instalaciones propias de un pueblo con vida autónoma. Su actividad se mantuvo mientras duraron las obras de la presa. Puesta en servicio, la población se limitó a algunos de los trabajadores relacionados con la explotación de las instalaciones de la obra hidráulica. En el censo de 1996 registraba 47 habitantes de derecho.
Tormos languidece de nuevo. Quedan solitarios los recuerdos entre los árboles y las historias recogidas en los libros. La vegetación recupera su terreno y la madera se deshace. El olvido llega a Tormos, el túmulo. La lucha por el agua ya no es entre Urríes y Gurreas, pero sigue existiendo. No hay pastos en Tormos, pero el agua que guarda los permite en tierras antaño secas. El devenir del tiempo, ¿qué reserva a este espacio?
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