10/4/12

Tormos, la memoria del agua

Artículo escrito por Isabel Gª Macías, y publicado en el Heraldo de Huesca el 1 de septiembre de 2002.

"¿No habéis estado en La Cultural?, es igual que un café de las películas del Oeste". Luis arregla el motor de su coche cerca de su casa. Es trabajador jubilado de la Confederación Hidrográfica del Ebro y llegó a Tormos, desde Almudévar, cuando tenía un año.


Luis vive ahora en Huesca, pero en cuanto puede visita su casa en el barrio de la Iglesia, el que siempre fue el más animado de la colonia aunque el lugar donde verdaderamente había trajín era La Cultural, que funcionó mucho tiempo como casino, teatro y café y que hasta el momento de su cierre lució la imagen que su decorador le dio a principios del siglo XX.

Pero hoy muy poco o nada queda ya de los bailes que animaban grandes orquestas o de las interminables partidas de cartas que los vecinos jugaban en sus mesas de mármol. Hoy, al igual que el poblado, La Cultural es la memoria de una época que empezó y terminó con una gran obra hidráulica.


Tormos comenzó a levantarse en el año 1915, al mismo tiempo que la presa de La Sotonera. El poblado tomó su nombre del castillo que se levantaba en medio de la explanada que hoy anega el pantano. "Era un pueblo como otro cualquiera", comenta uno de sus antiguos vecinos. Las casas, construidas sin lujos, pero con comodidades, se agrupaban en barrios: el de la Iglesia, el de Las Latas, el del Rosario, el de La Cultural...

La colonia, a la que llegaron gentes de distintos puntos de España, disponía también de una clínica con quirófano, cuartel de la Guardia Civil, iglesia, escuelas, dos economatos, dos peluquerías... además de servicios como panadería, carnicería, vaquería, línea de autobús y piscina en los últimos años.


En Tormos, que llegó a tener más de mil habitantes, nacieron y crecieron varias generaciones de altoaragoneses vinculados a la obra de la presa. La pared se levantaba en la cuenca de los ríos Sotón y Astón, pero los materiales necesarios se preparaban en Tormos. Ahí están todavía, unos en funcionamiento y otros no, los talleres de fragua y carpintería donde se fabricaban los encofrados y las piezas para hacer sondeos.

Junto a estas naves se encuentra el lugar a donde llegaba una locomotora que desde Tardienta transportaba las vagonetas cargadas con grava y arcilla y máquinas para el pantano. Los raíles de aquel tren de vía estrecha se pierden hoy bajo las grandes puertas cerradas de los talleres.


La Confederación, la CHE, propietaria del poblado, no escatimó en Tormos. Junto a la iglesia, donde se celebra misa cada domingo, estaban las escuelas -de niños, de niñas y de párvulos-, dirigidas durante algunos años por doña Eladia, don Miguel y Mª Dolores. Hay quien recuerda las épocas en las que los exámenes eran presididos por el maestro, el cura, el cabo de la Guardia Civil y el jefe de Falange. Muchos de los chicos, terminada la educación primaria (hasta los 14 años), pasaban a trabajar en los talleres.


El camino que va desde la iglesia hasta la casa de la Administración era el que recorría la procesión los días de fiesta mayor. "Aquí había muy buenas fiestas -recuerda Luis-, se celebraban por Santa Águeda, San Valentín, San José, Nochevieja y San Cristóbal, porque en Tormos había más de cien conductores". La Cultural y las naves eran escenario de los bailes, animados por "orquestas muy buenas", añade.

Y si las fiestas se celebraban por todo lo alto, el trabajo también era intenso todos los días de la semana salvo los domingos "que no se podía ni ir al huerto". En Tormos, todas las casas tenían su huerto y su corral, al cuidado de las mujeres.


En el "tajo", los hombres trabajaban y cobraban por "cuartos". Había quien desde Almudévar o Alcalá de Gurrea iba andando a Tormos en busca del jornal. Otros lo tenían asegurado y se establecían allí.

Pero después de unos años de auge, la despoblación llegó a la colonia en la década de los sesenta. Las familias, en pos del trabajo, marcharon a Huesca, a Zaragoza, a Barcelona... Se fue la Guardia Civil, se cerraron las escuelas y la piscina apenas se distingue entre la maleza.


Unas cuantas casas permanecen habitadas por trabajadores de la Confederación y algunos vecinos ya jubilados. Muchas viviendas ya han desaparecido y otras presentan estado de abandono y ruina.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Gran articulo...pero echo en falta que hablasé del desastre que supuso la Guerra Civil y el final del sueño de Tormos...Mi familia paterna quedó destrozada por el fusilamiento de mi abuelo Anatolio, entre tanto otros, ese fué el comienzo del fin del sueño, como me ha explicado mi padre: Mariano López, que era muy amigo de Luis...

Fernando dijo...

David, seguiremos buscando artículos que hablen de más cosas y más visiones diferentes de la historia de Tormos.

Unknown dijo...

En esas fotos aparece la casa donde yo veraneaba junto a mis hermanos , todos somos de Grañen y mi padre y abuelo fueron trabajadores de la Confederación hidrográfica.
Me ha dado mucha pena el abandono pero sinceramente no he vuelto a ir en 45 años.

 
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